sábado, 10 de noviembre de 2012

Sylvia Plath Biografía


Sylvia PlathL
a poetisa Sylvia Plath, quien también cultivó la prosa y el ensayo, nació el 27 de octubre de 1932 en Boston. Desde muy pequeña, manifestó interés por el mundo de las letras: su primer poema lo publicó con sólo ocho años de edad y, a partir de allí, comenzó a explotar su talento literario a través de cuentos y versos que presentaba en diversas revistas estadounidenses y que le permitieron alcanzar un cierto éxito.


En 1955, la joven Sylvia, que ya para ese entonces padecía varios desórdenes mentales y tenía una conducta depresiva, se graduó con honores en el Smith College, no sin antes haber sido tratada en una institución psiquiátrica debido a un intento de suicidio.

Con sus desequilibrios emocionales aparentemente controlados y con sus estudios terminados, Plath fue beneficiada con una beca Fulbright, que le permitió profundizar sus conocimientos en la Universidad de Cambridge. Allí continuó con su obra literaria y participó del periódico universitario “Varsity”. En ese entorno estudiantil, la poetisa conoció al inglés Ted Hughes, con quien se casó el 16 de junio de 1956 y tuvo dos hijos, Frieda y Nicholas.

Ya separada a causa de una infidelidad de su marido, con dos niños a cargo, enferma y casi sin dinero, Sylvia Plath volvió a pensar en el suicidio. Y así fue como, el 11 de febrero de 1963, cuando tenía sólo treinta años y después de haberle preparado el desayuno a sus hijos, se quitó la vida asfixiándose con gas.

Dentro de su legado literario, se destacan obras como “El coloso”“Ariel”“Cruzando el agua”“Árboles de invierno”“La campana de cristal”“Cartas a casa”“Johnny Panic y la Biblia de sueños” y “The magic mirror” (su tesis para el Smith College), entre otras. En materia de galardones y reconocimientos, cabe destacar que, en 1982, a título póstumo, se le concedió a esta escritora el Premio Pulitzer por sus “Poemas completos”.

Sylvia Plath "Mas allá de los Mitos"


La historia de la escritora estadounidense Sylvia Plath (Boston, 1932 / Inglaterra, 1963) y del escritor inglés Ted Hughes es una historia llena de mitos y ha sido comparada con un Romeo y Julieta post-feminista. Ahora, con la publicación en España de Los diarios de Sylvia Plath,- que, tanto en español como la nueva edicición inglesa, incluyen fragmentos, antes censurados por Ted Hughes- salen, de nuevo, más artículos sobre la pareja, como ocurrió con la publicación del libro de poesía de Ted Hughes, Cartas de cumpleaños en 1998que escribió durante 25 años tras el suicidio de Sylvia Plath.

Sylvia Plath es una mujer importante no por haberse suicidado, o por haber estado casada con Ted Hughes, o por ser un símbolo del feminismo. Es importante porque, habiendo sufrido, ella tuvo la necesidad y la valentía absoluta de mirar y expresarlo todo con una sinceridad a veces escalofriante. En su diario escribe (17/7/57): "Escribiré hasta que empiece a escribir sobre mi yo verdadero".

En vida, Sylvia Plath publicó la novela La campana de cristal, el libro de poemas El coloso y un poema para la BBC titulado Tres mujeres (además de muchos poemas y cuentos sueltos en revistas). Tras su muerte, Ted Hughes publicó otros de sus libros y en 1981, Collected Poems de Sylvia recibió el Premio Pulitzer.

Y, aunque la mayoría de la gente considera los escritos de Plath algo deprimentes, como dice Anne Sexton, otra escritora norteamericana, amiga de Sylvia, "quizá la mente creadora que explora sus angustias más profundas sea el único espejo que el arte pueda ofrecernos hoy, y es muy posible que la única liberación de un mundo que niega los valores del amor y la vida sea precisamente el mundo de la muerte".

El mito de Sylvia nos la dibuja como víctima de un mundo machista y víctima de un marido que la abandona, y como una americana en el exilio. Por otra parte, nos encontramos con el mito de Sylvia como poeta maldita y suicida, enfermiza y algo loca, demasiado atrevida para no dañarse a sí misma.
Pues bien, Sylvia no era una víctima del exilio por el hecho de ser una americana en el extranjero. Ella decía que se encontraba mejor en Europa que en su propio país, aunque sí echaba de menos a sus familiares. Sylvia era una persona que se hubiera sentido extranjera en cualquier país. Como dice en su novela semi-autobiográfica La campana de cristal, "[...] tenía que estar pasándomelo en grande, [...] tenía que estar ilusionada como las otras chicas, pero no conseguía reaccionar. Me sentía quieta y vacía [...] como el ojo de un tornado, moviéndome sin ninguna fuerza..."

Y es tras el viaje a Nueva York, cuando experimenta estas sensaciones, cuando, tanto en la novela como en la realidad, ella intenta quitarse la vida por primera vez.
Respecto al machismo y el abandono de su marido como posibles causas de su suicidio, hay que recordar que ella no tenía claro casarse y fue el conocer a Ted Hughes, también poeta, lo que la convenció. Él fue una de las personas más alejadas del machismo, ya que se turnaban para escribir, incluso cuando tenían dos hijos que atender. Si no hubiera sido por un marido como Ted, probablemente no se habría casado por miedo a que el matrimonio le costara el sacrificio de su vocación de escritora. En su novela, ya citada, describe el matrimonio convencional como un estado totalitario: "También recuerdo a Buddy Willard diciendo, con una seguridad siniestra, que una vez que me casara me sentiría diferente, que no iba a querer seguir escribiendo poemas. Entonces pensé que quizá fuera verdad, que cuando uno se casaba y tenía hijos era como un lavado de cerebro, y que después una iba por el mundo sedada como un esclavo en un estado totalitario".

En cuanto al abandono de Ted, eso ya es entrar en especulación, pero el matrimonio sufría muchísimo cuando ya tenían dos hijos. En sus diarios, ella deja claro que el cuidado de los niños causaba conflictos tanto entre la pareja como en el trabajo que tenían como escritores. Sylvia Plath luchó por representar varios papeles que a menudo resultaban contradictorios, o por lo menos conflictivos entre sí: era madre, esposa, amante, artista.

Sylvia Plath es como una heroína trágica, como un símbolo para la humanidad ante el peligro del suicidio. O más bien, ante el peligro de dejar morir su vida espiritual, porque el estado en que se encuentra el mundo moderno parece ser que la muerte de lo espiritual es necesaria para sobrevivir. Sylvia Plath prefirió volver a la tierra antes que dejar morir esa parte tan esencial.

En su epitafio a Sylvia Plath, Anne Sexton cita un fragmento de una carta de Kafka: "Un libro debería ser como un hacha ante el mar congelado que tenemos dentro".
 Y Syliva Plath fue una mujer que dio hachazos por el mundo por medio de su arte.

by Lisa Liibbe Lara
http://www.sylviaplath.de/plath/lisaarticle.html

lunes, 22 de octubre de 2012

"El Infierno"

Video de VULGARXITO
Agurpación Colombiana que interpreta Blues y Rock

VULGARXITO



Vulgarxito es una banda Bogotana de rock y blues que nace en el año 1999 conformada por Jorge luis Vanegas, David Cardenas y Dario Bernal ; Cuenta con cuatro trabajos discográficos independientes: El primer polvo 2000, Huele a mierda 2005, Boleros del ayer 2010 y “El Cu4rto” en 2011.

Ha completado más de 700 presentaciones en diferentes bares y escenarios de Bogotá, Cali, Palmira, Medellín, Armenia, Pereira, Manizales, Neiva, San Agustín y otros lugares entre las cuales se distinguen: ROCK AL PARQUE en los años, 2000,2001, 2002, 2007 y 2011, ganador de las convocatorias del 2003 y el 2010 de la FUNDACIÓN GILBERTO ALZATE AVENDAÑO, Invitado al "X Festival Kennedy Al Rock" 2008, VIII del encuentro de Rock y Hip-Hop de ENGATIVA en 2009, “Festival internacional de arte Cumbre Adentro”, realizado Abril de 2009 en Cali y la zona rural de LA CUMBRE, Valle del cauca, XII y XIV Festival de Blues y Jazz de la Libélula Dorada en el año 2009 Y 2011, lanzamiento de la revista "Metal UN" 2007,FESTIVAL SIN ROSCA, como agrupación invitada, realizado en Bogotá y Armenia 2009.

La banda a través de los años ha logrado ser reconocida como una de las mas perseverantes y comprometidas con el rock y ha evolucionado de una propuesta contestataria y transgresora a una más sosegada y avezada, reencontrando su esencia en el rock and roll y el blues los cuales seguirán defendiendo y creando hasta el fin de sus días.


Videos:
Vulgarxito en éste momento tiene 6 video-clips:

1. “ El Camino”, realizado por Rodrigo Escobar Vanegas. Diseño y animación del personaje Zhang Ying,2011 Beijing, China. 
Link del video: http://www.youtube.com/watch?v=_fvcbW1xvWs

2. “Voy Al Revez”, realizado por Felipe Cardona en 2010.
Link del viedo: http://www.youtube.com/watch?v=UiIejImKFDE

3. “El Mandatario”, realizado por Felipe Cardona, en el 2007. En ese mismo año éste video fue escogido como el mejor video-clip de “ROCK AL PARQUE”, a través de una convocatoria hecha por el Instituto de Cultura y Turismo de Bogotá.
Link del video: http://www.youtube.com/watch?v=ln0hapN2Bdo&feature=related

4. “El pastor impostor”, realizado por Felipe Cardona. 2002.
Link del video: http://www.youtube.com/watch?v=4rWaI0C--Tg

5. “Metete un pase”. 2003, realizado por Rafael Briñez, para la universidad LUMIERE. 
Link del video: http://www.youtube.com/watch?v=SjN3BquZi40

6. “Cruzada”, realizado por Juan Sebastián Cárdenas, De la Universidad Jorge Tadeo Lozano, utilizando imágenes de archivo de Rock Al Parque de 2007. Este video se hizo en el 2008.

Concierto
Teatro Oficina Central de los Sueños
Cr. 43 N° 52-50 Diagonal al Parque del Periodista
Viernes 2 de Noviembre
Hora: 10:00 p.m.


Boletería: $ 10.000 Todo el público
Informes y Reservas al tel. 239 41 79.
http://teatrooficinacentraldesuenos.com

sábado, 7 de julio de 2012

"LORCA"


Anamnésico Colectivo teatral
Presenta:

Basado en “Mariana Pineda”, “Bodas de sangre”, “Yerma”, “La zapatera prodigiosa”, y “La casa de Bernarda Alba”

De: Federico García Lorca

   “LORCA” es una puesta en escena que presenta a la mujer como portadora de toda pasión, realidad terrena y de una soberbia que la hace estándar y bandera de un rígido cuerpo social. Esta obra deja de lado la mirada minimizadora y pone de frente a unas rotundas hembras, sentenciosas y sabias, que no dudan jamás, que cuestionan, y se mantienen orgullosas de su condición.
     Los personajes en “LORCA” no se enmarcan en el plano psicológico, sino en el de la fuerza que no deja de lado una postura femenina que se rebela con fiereza, sin desacato, y que acepta las consecuencias de una rebelión ejercida desde un impulso que se va haciendo colectivo.
     La fuerza de estos personajes rompen las paredes sagradas, en pos de la pasión, de la carne culpable y del grito que aflora por fin, bajo el techo de un costurero que les permite acciones beligerantes y transgresoras, hasta el punto en el que eligen de una vez y para siempre la condena. Justa condena de la que no reniegan. 
     “LORCA”, no es una puesta de carácter biográfico, más guarda, como estructura, un homenaje a la potencia viva de Lorca en la palabra de sus mujeres. No hay un hilo conductor, porque el único hilo conductor puede ser “la poesía que se levanta del libro y se hace humana”.  Esta es una puesta en escena que pretende desplegar la hondura y calidez sin par del corazón de un poeta, Federico García Lorca

Adaptación y Dirección: Felipe Caicedo Montoya

ELENCO:
David Medrano – Pedrosa / Juan
Catherine Fernández – La madre / Adela
Andrea Cadena Bitar– La novia  – La zapatera
Johann Hicliff Cordoba – El zapatero / Lorca
Susana Betancur – Yerma
Lina Luna Gaviría – Bernarda Alba

Temporada del 5 al 14 de Julio de Jueves a Sábado a las 8:00 p.m.
Lugar: Teatro Oficina Central de los Sueños 
(Cr. 43 N° 52 – 50 Diagonal al Parque del Periodista)
Boletería: $ 7.000 Estudiantes con carné, discapacitados y adultos mayores.
$ 14.000 Público General.
Todos los Jueves 2X1 enla Boletería
Informes y Reservas al tel. 239 41 79


La Ciudad de los Cómicos


Fotos de Sara Jurado

La Ciudad de Los Cómicos (Teatro Infantil y Música en Vivo)


Teatro Oficina Central de los Sueños
Presenta
La Ciudad de los Cómicos
De Lavi e Bel.

Obra estrenada en 2002
regresa con una nueva propuesta escénica y musical.

Es una pieza de teatro infantil, es la historia de una compañía de cómicos ambulantes, en un viaje lleno de peligros y lugares exóticos. Alegre, Trampolín, y Rosita la presentadora, personajes de la compañía cruzan el árido desierto buscando a Dary Azar «La Ciudad de los Cómicos» la cual está siendo sitiada por un terrible dictador: El Kan Rasif, que trata de tomarla con su ejército de desalmados.

Por tanto la Compañía de cómicos de Dary Azar, decide emprender el viaje para volver a su ciudad e intentar rescatarla del asedio. En un viaje lleno de peligros y lugares exóticos El Peligrosísimo Robeirosky un cocinero malvado, Gross Berta la Adivinadora y MiaPertiga la Roba Ropa se enfrentan a ellos.

Mientras tanto la ciudad se defiende con sus únicas armas: El humor  y  la poesía, pero no durará mucho tiempo, la situación es cada vez  más confusa ya que los soldados insisten en destruirlo todo a su  paso.

La compañía de payasos de Dary Azar debe entonces encontrar al antiguo consejero de los cómicos que se ha vuelto ermitaño, única persona capaz de sacarles de aquella pesadilla; él les dará la clave para resolver este asunto.

Dirección
Jaiver Jurado
Actuación
María Elena Giraldo
Mary Torres
Juan Fernando Castrillón
Carlos Ríos
Belsy Ruiz

Temporada Infantil Sábado 7 y 14 de Julio a las 5:00 p.m.
Boletería: $ 7.000 Niños, estudiantes con carné, discapacitados y adultos mayores. $ 14.000 Público General
Lugar: Teatro Oficina Central de los Sueños (Cr. 43 N° 52 – 50 Diagonal al Parque del Periodista)
Informes y Reservas al tel. 239 41 79.

sábado, 9 de junio de 2012

Las Cosas de Felisberto Hernández

Fue el azar quien trajo, en su desnudez desprevenida, Narraciones incompletas. Era la historia olvidada de las cosas –historia de lo no-historiado, de aquello condenado al resto insignificante: un cigarrillo distinto que nos mira desde el fondo de la caja que lo contiene, hombrecitos colgados en un planeta, en el que vuelven a conocerse a sí mismos olvidándose un instante del centro ilusorio del yo. Vociferando en los murmullos de las cosas, nos creamos en comparaciones con seres inmóviles, animados en un tejido universal sin distinción originaria, en un regreso a las cosas que es retorno a lo humano sin la aureola altiva que lo recubre, despojados ya de las vanas pretensiones de soberanía, refutando la dicotomía entre lo alto y lo bajo, lo serio y lo cómico, lo sublime y lo terrenal, lo viviente y lo inerte.

Animizar lo inmóvil, volver a desnudar el núcleo íntimo de lo esencial arrojado de su envoltura eterna... Acuden entonces los secretos que se murmuran en la noche de una habitación, la identidad de un mobiliario ajado con la señorita encerrada en la rigidez de sus formas y la ternura subrepticia de sus manos, la fantasía pueril de quien procura sorprenderla en su soledad, en sus asfixias o sus recovecos. Entonces ahí no se trata de sencillismo o surrealismo en primer orden, sino de la confusión del yo en el flujo de las cosas sin historia que las atestigüe, asesinando el reinado de los amos, restituyendo el enigma del mundo, la vuelta a la intimidad del claroscuro inadvertido de lo cotidiano, ojos extrañados, balbuceo que forma lo inquietante, que hacen estremecer los ríos que dan sentido allí donde se alza la condena metafísica o la eterna indignidad filosófica.
Esas narraciones incompletas –que no es más que reconocimiento de la escritura como intersticio- vienen a mí como una tempestad, una estocada, perseverando entre lo sublime y lo trivial de una vida que se puebla de misterios pequeños, esperancitas dulces, hombrecitos de tentativas ínfimas y valiosas.

Personificar las cosas es la donación de un acto amoroso, sin correlato en la cosificación de lo humano: sólo sensibilidad que desborda el marco de una página, la trepidación de los fantasmas, faldas tímidas de unas sillas de salón acartonado, diálogo mudo de ventanas, muñecas que habitan las tristezas o el vacío, conciertos en los que las manos no saben qué hacer con sus ansiedades, sobrenombres incomprendidos que rozan las evidencias más desapercibidas, multitud sin «mensaje», narrando su pasaje y sus olvidos -el extravío de la aventura humana.
Las páginas transpiran amor. Descentrándonos, reconocemos la secreta melodía de los otros, de lo otro mismo, único, irreductible al no-yo. Ahí están las pasiones bailando -nace el nosotros con abrazos imprevistos. El alma de los objetos se inventa en ese abrazo, a medida que trazan vinculaciones con los que somos. Los objetos entonces tienen colmillos, patas, caricias, ramas y besos; son seres tímidos, reservados, alegres, suspicaces. No el mundo humano cosificado sino las cosas humanizadas, que cobran vida en las emociones que les conferimos. Lo inanimado carga lo humano y hasta los balcones se suicidan. Unas cuerdas de piano se quejan de las manos extrañas, los cubiertos laten, las lámparas brillan con nuestras luces y nuestras manitos torpes otra vez quitan dignidad a las inquietantes figuras que habitan los hogares.

En vez de un apego a los objetos al modo de un avaro, la generosidad de esa escritura no pretende acumular ni siquiera imágenes: ellas se superponen, se relevan, se suplen en el fragmento sin objeto o sujeto supremo. Somos en esas cosas que nos acompañan y preservarlas es evitar la pérdida de uno mismo, sumergido en pantanos. No es ésto y lo otro; lo otro es ésto indefinible que remite a la extrañeza humana, la inquietud de las cosas que se estiran para abrazarnos o asfixiarnos. Lo humano, sin privilegio, se realza. Un piano con colmillos muerde el tiempo –canta una melodía que enciende vidrieras apagadas, hace bailar Las Hortensias, entrelaza las temporalidades sin aviso, regresa a la infancia aquí mismo, cuando frente a un público ávido hasta los recuerdos vociferan, mientras las cortinas se mueven contentas de caricias llenas.

Arturo Borra

Muebles "El Canario"


Muebles "El Canario"[Cuento. Texto completo]Felisberto Hernández
La propaganda de estos muebles me tomó desprevenido. Yo había ido a pasar un mes de vacaciones a un lugar cercano y no había querido enterarme de lo que ocurriera en la ciudad. Cuando llegué de vuelta hacía mucho calor y esa misma noche fui a una playa. Volvía a mi pieza más bien temprano y un poco malhumorado por lo que me había ocurrido en el tranvía. Lo tomé en la playa y me tocó sentarme en un lugar que daba al pasillo. Como todavía hacía mucho calor, había puesto mi saco en las rodillas y traía los brazos al aire, pues mi camisa era de manga corta. Entre las personas que andaban por el pasillo hubo una que de pronto me dijo:-Con su permiso, por favor...
Y yo respondí con rapidez:
-Es de usted.
Pero no sólo no comprendí lo que pasaba sino que me asusté. En ese instante ocurrieron muchas cosas. La primera fue que aun cuando ese señor no había terminado de pedirme permiso, y mientras yo le contestaba, él ya me frotaba el brazo desnudo con algo frío que no sé por qué creí que fuera saliva. Y cuando yo había terminado de decir "es de usted" ya sentí un pinchazo y vi una jeringa grande con letras. Al mismo tiempo una gorda que iba en otro asiento decía:
-Después a mí.
Yo debo haber hecho un movimiento brusco con el brazo porque el hombre de la jeringa dijo:
-¡Ah!, lo voy a lastimar... quieto un...
Pronto sacó la jeringa en medio de la sonrisa de otros pasajeros que habían visto mi cara. Después empezó a frotar el brazo de la gorda y ella miraba operar muy complacida. A pesar de que la jeringa era grande, sólo echaba un pequeño chorro con un golpe de resorte. Entonces leí las letras amarillas que había a lo largo del tubo: Muebles "El Canario". Después me dio vergüenza preguntar de qué se trataba y decidí enterarme al otro día por los diarios. Pero apenas bajé del tranvía pensé: "No podrá ser un fortificante; tendrá que ser algo que deje consecuencias visibles si realmente se trata de una propaganda." Sin embargo, yo no sabía bien de qué se trataba; pero estaba muy cansado y me empeciné en no hacer caso. De cualquier manera estaba seguro de que no se permitiría dopar al público con ninguna droga. Antes de dormirme pensé que a lo mejor habrían querido producir algún estado físico de placer o bienestar. Todavía no había pasado al sueño cuando oí en mí el canto de un pajarito. No tenía la calidad de algo recordado ni del sonido que nos llega de afuera. Era anormal como una enfermedad nueva; pero también había un matiz irónico; como si la enfermedad se sintiera contenta y se hubiera puesto a cantar. Estas sensaciones pasaron rápidamente y en seguida apareció algo más concreto: oí sonar en mi cabeza una voz que decía:
-Hola, hola; transmite difusora "El Canario"... hola, hola, audición especial. Las personas sensibilizadas para estas transmisiones... etc., etc.
Todo esto lo oía de pie, descalzo, al costado de la cama y sin animarme a encender la luz; había dado un salto y me había quedado duro en ese lugar; parecía imposible que aquello sonara dentro de mi cabeza. Me volví a tirar en la cama y por último me decidí a esperar. Ahora estaban pasando indicaciones a propósito de los pagos en cuotas de los muebles "El Canario". Y de pronto dijeron:
-Como primer número se transmitirá el tango...
Desesperado, me metí debajo de una cobija gruesa; entonces oí todo con más claridad, pues la cobija atenuaba los ruidos de la calle y yo sentía mejor lo que ocurría dentro de mi cabeza. En seguida me saqué la cobija y empecé a caminar por la habitación; esto me aliviaba un poco pero yo tenía como un secreto empecinamiento en oír y en quejarme de mi desgracia. Me acosté de nuevo y al agarrarme de los barrotes de la cama volví a oír el tango con más nitidez.
Al rato me encontraba en la calle: buscaba otros ruidos que atenuaran el que sentía en la cabeza. Pensé comprar un diario, informarme de la dirección de la radio y preguntar qué habría que hacer para anular el efecto de la inyección. Pero vino un tranvía y lo tomé. A los pocos instantes el tranvía pasó por un lugar donde las vías se hallaban en mal estado y el gran ruido me alivió de otro tango que tocaban ahora; pero de pronto miré para dentro del tranvía y vi otro hombre con otra jeringa; le estaba dando inyecciones a unos niños que iban sentados en asientos transversales. Fui hasta allí y le pregunté qué había que hacer para anular el efecto de una inyección que me habían dado hacía una hora. Él me miró asombrado y dijo:

-¿No le agrada la transmisión?
-Absolutamente.
-Espere unos momentos y empezará una novela en episodios.
-Horrible -le dije.
Él siguió con las inyecciones y sacudía la cabeza haciendo una sonrisa. Yo no oía más el tango. Ahora volvían a hablar de los muebles. Por fin el hombre de la inyección me dijo:
-Señor, en todos los diarios ha salido el aviso de las tabletas "El Canario". Si a usted no le gusta la transmisión se toma una de ellas y pronto.
-¡Pero ahora todas las farmacias están cerradas y yo voy a volverme loco!
En ese instante oí anunciar:
-Y ahora transmitiremos una poesía titulada "Mi sillón querido", soneto compuesto especialmente para los muebles "El Canario".
Después el hombre de la inyección se acercó a mí para hablarme en secreto y me dijo:
-Yo voy a arreglar su asunto de otra manera. Le cobraré un peso porque le veo cara honrada. Si usted me descubre pierdo el empleo, pues a la compañía le conviene más que se vendan las tabletas.
Yo le apuré para que me dijera el secreto. Entonces él abrió la mano y dijo:
-Venga el peso.
Y después que se lo di agregó:
-Dese un baño de pies bien caliente.
FIN

lunes, 4 de junio de 2012

Felisberto Hernández y la espía soviética


Por Alicia Dujovne Ortiz
Para LA NACION - Buenos Aires, 2007

El escritor uruguayo estuvo casado con Africa Las Heras, una agente de espionaje de la URSS, que utilizó a su marido para vincularse con la sociedad uruguaya. El Ignoraba las actividades de su mujer, pero su obra abunda en pasajes sobre un secreto que sería denunciado

Quién hubiera podido imaginar, aquel 13 de diciembre de 1947, cuando Jules Supervielle presentó en el Pen Club de París a su descubrimiento literario, el cuentista uruguayo Felisberto Hernández, que una de las asistentes al acto no estaba allí por simple casualidad. La morena cetrina de ojazos negros que se acercó a Felisberto tenía el acento de Andalucía -después se supo que era oriunda de Ceuta- y un salero no menos andaluz cuya eficacia maravilló a todos : a Supervielle, a Roger Caillois, a Oliverio Girondo. En menos que canta un gallo, la emprendedora española abandonó la sala seguida por un Felisberto encandilado, al que ella pareció haber alzado limpiamente entre su índice y su pulgar.

La celeridad se imponía. Africa Las Heras, alias Patria, alias María de la Sierra, alias Ivonne, alias Maria Pavlovna, coronela del Ejército Rojo y miembro de los servicios secretos soviéticos, contaba con sólo cuatro meses para seducir a Felisberto. Una vez concluida su beca francesa, el escritor regresaría al Uruguay. Por eso mismo la NKVD, futura KGB, que funcionaba en la siniestra Lubianka moscovita donde Stalin orquestaba sus Purgas desde 1936, le ordenaba apurarse a conquistarlo: ese anticomunista notorio venía de perlas para usarlo de careta. Junto a Felisberto, la Mata Hari ceutí podría instalarse en Montevideo sin que sus actividades ocultas -la organización de una red de espionaje latinoamericana, justificada, en plena guerra fría, por la amenaza de un tercer conflicto mundial- despertaran sospechas.

Africa, que se presentó ante Felisberto bajo el discreto nombre de María Luisa.

"María Luisa" y Felisberto se casaron en Montevideo y no fueron felices. El había visto en esa supuesta modista de alta costura una solución a sus endémicos problemas económicos. Ella, ya lo sabemos. Transcurridos dos años, Africa no necesitó prolongar la farsa. Para ese entonces ya estaba relacionada con la flor y nata del Uruguay. Su centro de radiocomunicaciones equipado con la famosa máquina decodificadora llamada Enigma transmitía en clave a lo largo y lo ancho del planeta. Sus numerosos amigos de Montevideo apreciaban su serenidad, su amor por los niños, sonreían enternecidos ante su declarada ignorancia en materia política y la compadecían por soportar al gordo maniático en que Felisberto se había convertido. Ahora podía divorciarse y volverse a casar. Unica diferencia: su segundo marido, el simpático italiano Valentino Marchetti, también era un espía. Inquietante semejanza: Felisberto murió de una leucemia en 1964 sin saber quién había sido la señora de Hernández, y Marchetti lo hizo el mismo año, de muerte nunca esclarecida.

La historia ya resultaría lo bastante estremecedora como metáfora extrema de la incomunicación entre dos seres humanos, emparejados o no. Pero el temblor se acrecienta si a ello se le agregan las características del escritor elegido -literalmente- como pavo de la boda. Características humanas: hundido en el "pantano" de sí mismo, con un egoísmo infantil y una desesperada búsqueda de su yo, cada vez más desmigajado con el paso del tiempo, Felisberto no estaba en condiciones de observar a nadie con lo que acostumbramos llamar lucidez. Características literarias: Felisberto siempre escribió sobre falsos mensajes, encubrimientos... enigmas.


Con el correr de los años, la obra de Felisberto se convierte en una detenida y por momentos sofocante observación de su personalidad disgregada, dividida en tres: un yo que se le escapa, un cuerpo sentido como ajeno y tildado de "sinvergüenza" y un "socio" que lo vigila, centinela o madre regañona representantes del "mundo"; acaso tres modos personales de identificar el terceto el Yo, el Ello y el Superyó.

Pero donde las pistas correspondientes al primer período se vuelven escalofriantes es en el cuento "Las Hortensias", que Felisberto escribe al conocer a María Luisa y que le dedica como regalo de casamiento: "A María Luisa, el día en que dejó de ser mi novia".

Aunque en otros de sus relatos Felisberto ahondó en el tema de la "puesta en escena", nunca como en éste. La historia es la siguiente: un hombre llamado Horacio vive con su mujer, María Hortensia, a la que llama solamente María para distinguirla de Hortensia, la muñeca de tamaño natural tan parecida a ella que le ha ofrecido (aclaremos, para mayor turbación, que la madre de Felisberto se llamaba Juana Hortensia). El valet de la casa es un ruso blanco que responde al nombre de Alex. La manía de Horacio consiste en coleccionar muñecas "un poco más altas que las mujeres normales" para hacerles representar escenas. Un equipo de artistas le escribe las leyendas y se ocupa de la música, la escenografía y el vestuario.

Horacio halla "presagios" en las muñecas. Se acerca a una de ellas y le parece estar "violando algo tan serio como la muerte". "Otra (muñeca) a quien él miraba con admiración, tenía una cara enigmática: así como le venía bien un vestido de verano o uno de invierno, también se le podía atribuir cualquier pensamiento". Las muñecas "parecían seres hipnotizados cumpliendo misiones desconocidas o prestándose a designios malvados".

Al cabo de un tiempo la manía de Horacio se vuelve perversión. Después de hacer rellenar a Hortensia con agua caliente para sentir su tibieza cuando duerme con ella, ordena que se le practique una "operación" para transformarla en criatura erótica. Su mujer lo descubre, apuñala a Hortensia y abandona el hogar dejándole una carta: "Me has asqueado la vida". Pero al marido ya no le importa: ahora se ha enamorado de una muñeca rubia, también operada.

"Después de dormir con ella le puso un vestido de fiesta y la sentó a la mesa.

"Comió con ella en frente; y al final de la cena [...] preguntó a Alex:

"-¿Qué opinas de ésta?

"-Muy hermosa, señor, se parece mucho a una espía que conocí en la guerra.

"-Eso me encanta, Alex".

Es de imaginar la cara que le habrá puesto Africa Las Heras a Felisberto Hernández al leer un cuento, dedicado a ella, donde el autor emplea la palabra justa: "espía". Acaso haya percibido similitudes extrañas entre la escena escrita y la otra, ésa que la NKVD la obligaba a representar. A estas alturas, la española captada por los soviéticos ya se habrá hecho una idea del genio escénico de sus superiores jerárquicos, capaces de teatralizar los procesos más crueles con absoluto desprecio por la autenticidad de las presuntas pruebas. La NKVD, y la futura KGB, manejaban a amigos y enemigos como Horacio a sus muñecas. ¿Qué eran Felisberto y ella misma en sus manos, sino un muñeco-actor ignorante de serlo, y una muñeca-actriz desprovista de individualidad, de voluntad personal, de vida propia?


Mi hipótesis es que Felisberto, en "Las Hortensias", descubrió lo esencial de la trama en la que estaba envuelto, por no decir enrollado, sin entender de qué trama se trataba pero palpándola con su docena de ojos habituados a la penumbra. No a través del cerebro, sin duda, sino de algún otro órgano de percepción no identificado: un riñón sutil, un páncreas perspicaz. Ojos iluminados por un don premonitorio que también lo condujeron a describir en ese cuento el color de su muerte: cuando Horacio evoca espantado la sangre ennegrecida que oscurece una cara de cera, parecería presagiar el cuerpo de Felisberto,
monstruosamente amoratado por la leucemia en el momento de morir.

Para completar la extrañeza, las cenizas de Felisberto Hernández se han perdido. El no tiene ni un noble monumento como Africa Las Heras, ni una tumbita cualquiera. De modo que no hay dónde colocarle el epitafio que he imaginado para él: "Murió sin saber nada y sabiéndolo todo". Pero no nos preocupemos por eso. ¿Existe alguien a quien ese epitafio no le quede como cortado a medida? La frase puede ser colocada indistintamente sobre todas las tumbas, incluyendo la de Africa, de la que yo sospecho que murió sabiéndose victimaria y sin saberse víctima.


Biografía Felisberto Hernández


Nace en Montevideo el 20 de octubre de 1902, y muere en esa misma ciudad el 13 de enero de 1964.

Era hijo de Prudencio Hernández, natural de Tenerife, en las Islas Canarias y de Juana Silva, de la ciudad de Rocha. Era el mayor de cuatro hermanos.

A los 9 años comienza sus estudios de piano que profundizará más tarde con el profesor de piano Clemente Colling, que le enseña composición y armonía. A los 16 años, da clases particulares de piano, y comienza a dedicar horas a su práctica musical y a trabajar ilustrando musicalmente películas, pues sus dificultades económicas harán que acepte el empleo de pianista en varias salas de cine mudo. A los 20 años comienza a dar recitales e incluso interpreta algunas obras de su creación. Tres años más tarde, toma clases de piano con Guillermo Kolischer y consigue ser un buen instrumentista.

Hasta 1942 será un pianista itinerante entre Uruguay y Argentina: la orquesta del café La Giralda, en Montevideo, pianista y director de una orquesta en el café-concierto de Mercedes, Teatro Albéniz de Montevideo, Teatro del Pueblo de Buenos Aires.

Sobre las relaciones complicadas de Felisberto con las mujeres (se casó seis veces), existen dos testimonios de mayor interés. El de Paulina Medeiros (Tacuarembó, 1905- Montevideo, 1992) con la que tuvo relaciones entre 1943-47 (Felisberto Hernández y yo, 1974), y con la que tuvo además una notable correspondencia. Y el de Reina Reyes (Montevideo, 1904-1993), vinculada del 1954 a 1958, en su libro de cartas y notas, ¿Otro Felisberto? (Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1994).

Es, sin duda, junto a Horacio Quiroga, el exponente más brillante de la literatura fantástica del Uruguay. Sus primeras obras fueron publicadas en modestas imprentas del interior, salvo "Fulano de Tal" (1925), impresa en Montevideo. Luego vendrán "Libro sin tapas" (1929), "La cara de Ana" (1930), "La Envenenada" (1931). Pero en esta etapa del escritor, pesa más el pianista que el creador literario.

En 1942, "Por los tiempos de Clemente Colling", marca una nueva etapa en su proceso creativo. Le sigue en ese mismo año "El caballo perdido", un libro de evocación y al mismo tiempo de análisis de esa evocación. Pero será en los relatos de "Nadie encendía las lámparas", de 1947, que la fantasía jugará su rol como elemento primordial en la construcción de su narrativa. A partir de aquí las creaciones del escritor se colocarán en un plano de equilibrio entre la memoria y la fantasía. En "Las Hortensias" (1949) primará esta última, pero en "La casa inundada" o "El cocodrilo" (1962), y en la póstuma e inconclusa "Tierras de la memoria" (1965), el equilibrio entre ambas raíces de la narración es notorio y constituye, sin duda, uno de los pilares de su belleza.

Felisberto Hernandez habla sobre sus cuentos

"Obligado o traicionado por mí mismo a decir cómo hago mis cuentos, recurriré a explicaciones exteriores a ellos".
No son completamente naturales, en el sentido de no intervenir la conciencia. Eso me sería antipático. No son dominados por una teoría de la conciencia. Eso me sería extremadamente antipático. Preferiría decir que esa intervención es misteriosa. Mis cuentos no tienen estructuras lógicas. A pesar de la vigilancia constante y rigurosa de la conciencia, ésta también me es desconocida. En un momento dado pienso que en un rincón de mí nacerá una planta. La empiezo a acechar creyendo que en ese rincón se ha producido algo raro, pero que podría tener porvenir artístico.

Sin embargo, debo esperar un tiempo ignorado: no sé cómo hacer germinar la planta, ni cómo favorecer, ni cuidar su crecimiento; sólo presiento o deseo que tenga hojas de poesía; o algo que se transforme en poesía si la miran ciertos ojos. Debo cuidar que no ocupe mucho espacio, que no pretenda ser bella o intensa, sino que sea la planta que ella misma esté destinada a ser, y ayudarla a que lo sea. Al mismo tiempo ella crecerá de acuerdo a un contemplador al que no hará mucho caso si él quiere sugerirle demasiadas intenciones o grandezas. Si es una planta dueña de sí misma tendrá una poesía natural, desconocida por ella misma. Ella debe ser como una persona que vivirá no sabe cuánto, con necesidades propias, con un orgullo discreto, un poco torpe y que parezca improvisado. Ella misma no conocerá sus leyes, aunque profundamente las tenga y la conciencia no las alcance. No sabrá el grado y la manera en que la conciencia intervendrá, pero en última instancia impondrá su voluntad. Y enseñará a la conciencia a ser desinteresada.

Lo más seguro de todo es que yo no sé cómo hago mis cuentos, porque cada uno de ellos tiene su vida extraña y propia. Pero también sé que viven peleando con la conciencia para evitar los extranjeros que ella les recomienda."

viernes, 25 de mayo de 2012

"HÉROES MINIATURA" 
de Plataforma Cultural y Partenón Teatro.



Esta es la historia de cuatro personajes: el Pequeño Simón, sus amigos pascasio y manuelita y Don Pacho de Santander, personajes cotidianos en una especie de barrio común.
Don Pacho es un viejo gruñón, amargado, tacaño y muy egoísta que no les permite a los niños jugar en el único jardín del barrio, donde él tiene sembrado su jardín de flores. Don pacho, que vive y habla con una yuca a la que llama "niña" defiende aquel lugar a capa y espada de pelotas, bicicletas, triciclos y demás artefactos que los niños utilizan para sus  aventuras infantiles.
pero una mañana, antes de ir a la escuela a reclamar un hermoso trofeo que han ganado, los tres niños...
...por error, dejan caer su balón al jardín de don pacho, quien de inmediato lo decomisa jurando darle su merecido a los tres, puesto que conoce desde hace tiempo de sus travesuras y su intención de entrar al jardín a dañarlo todo.

Cansados de las odiosas reglas e imposiciones de Don Pacho, Simón y sus amigos elaboran un plan basado en los libros escolares que narran la historia de las revoluciones y batallas de imaginación, con el único fin de liberar su balón y convertir el jardín en un parque de juegos para todos, como siempre debía haber sido..

Funciones
Domingos 27 de Mayo, 3 y 10 de Junio
Hora: 11:30 a.m.
Boletería: $ 5.000 Niños, estudiantes con carné, discapacitados y adultos mayores. $ 10.000 Público general.
Lugar: Teatro Oficina Central de los Sueños.
Dirección: Cr. 43 N° 52 -50 Diagonal al Parque del Periodista.
Informes y Reservas al Tel. 239 41 79.

http://www.flickr.com//photos/partenonteatro/show/


jueves, 24 de mayo de 2012

Nota sobre el Nadaismo


Por MARÍA MERCEDES CARRANZA



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Así, al pensar de repente en Gonzalo Arango asombra constatar hasta qué punto su obra fue —y con la de él, la de todos sus compañeros— un fenómeno típicamente colombiano, desde el punto de vista cultural y político. Como Julio Flórez en relación con el Romanticismo, los nadaístas llegaron con casi medio siglo de retraso a sus fuentes culturales y las proclamaron como la última novedad. Resucitaron lo más trasnochado del surrealismo y adoptaron las más burdas actitudes de los "poetas malditos" decimonónicos. Comenzaron atacando ferozmente a una burguesía que al final los asimiló, los hizo suyos y los ensalzó. Su amor al sensacionalismo, a la frase brillante, al chispazo, al éxito de relumbrón, fueron captados de inmediato por esa burguesía, que se dedicó a complacerlos, es decir a "escandalizarse" para llevarles la idea. No eran dañinos y por lo tanto se les podía dejar hacer. Esto no hubiera ocurrido si entre los nadaístas hubiera habido estudio, lecturas y, sobre todo, conciencia política. Si fuera amante de las frases célebres, diría que a ellos, como a Arturo Cova, se los tragó la selva: en su caso, el éxito fácil, un ambiente que no le pedía otra cosa que ese anarquismo complaciente y que no les exigía más que payasadas para otorgarles la gloria.
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Si no es por las razones anteriores, resulta difícil comprender por qué personas tan inteligentes y tan brillantes como Gallinazo, Elmo Valencia, Amílcar Osorio, J. Mario y hasta X-504 y Gonzalo Arango, no dieron o han dado obras de importancia definitiva a la literatura colombiana; y entender por qué el nadaísmo desembocó, en consecuencia, en otra gran frustración colombiana.

Lo cierto también es que esta fue la generación de la violencia: aquella cuyo momento de rebeldía coincidió con la instauración de los aparatos represivos que dieron paternidad al "entendimiento nacional", aquella, en fin, que tenía motivos de sobra para rebelarse pero que no encontró un movimiento político capaz de dar contenido y coherencia a su rebeldía.

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Sin embargo, si bien la literatura no se enriquece con ellos, sería miope y mezquino negar que el "escándalo" nadaísta desempeñó, con su actitud frente a la tradición, una saludable labor higiénica: hizo mirar a la literatura hacia sitios prohibidos o descartados hasta entonces, la puso a hablar con palabras hasta entonces también inadmisibles y pretendió terminar con una carga retórica que ya la asfixiaba. En resumen: el nadaísmo trajo microbios a la literatura colombiana, que si no fueron vigorosos la hicieron, en su momento, reaccionar en forma positiva.
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El cambio ideológico de Gonzalo Arango es muy complejo, pero si se observa de cerca su obra ( desde Sexo y Saxofón, su primer libro, hasta el último: Fuego en Altar), es posible encontrar rasgos que son permanentes en ella y que permiten vislumbrar cierta coherencia entre sus posturas iniciales y las que lo caracterizaron al final. Su cercanía al surrealismo lo determinó siempre en su irracionalidad frente al fenómeno poético: la negación de la razón como razón del conocimiento poético, que en su primera etapa se caracteriza por la positividad de lo irracional como voluntad de vida, y la segunda por el irracionalismo cristiano que es una de las formas más paradójicas de negar la razón. Dentro de este orden de ideas, Gonzalo Arango fue siempre también un místico: al final religioso-cristiano, al comienzo en el sentido que esta palabra implica cuando el modo de conocimiento tiene origen visceral: el instinto, la sangre, el corazón , etcétera. Si al comienzo estuvo cerca de Nietzsche, al final quiso encontrar “la verdad del corazón" por otras vías: por los lados de Francisco de Asís en la versión hippi: escapista y profeta también desde el principio al fin fue Gonzalo Arango. Pero claro que todo esto no sucedió así como lo escribo: Gonzalo Arango no tenía una formación intelectual sólida. Muchas de sus influencias no son directas, sino tomadas por lo general de las malas digestiones de quienes ...

fueron sus maestros: Vargas Vila en especial. Su prosa, cierto tono apocalíptico y bíblico propio de Vargas Vila. No es exagerado decir que Gonzalo Arango es el mejor discípulo que Vargas Vila pudo soñar. Hay, sin embargo, una diferencia abismal entre ambos: Vargas Vila fue siempre un burgués inflado que, por ejemplo, vivió y convivió en Venezuela con la tiranía de Juan Vicente Gómez, en franca contradicción con sus prédicas literariasde anarquista.
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Gonzalo Arango, por su parte, vivió todas sus contradicciones, vivió a carta cabal su retórica y se identificó totalmente con su estética. Y esto lo pagó caro. Recuerdo que cuando lo conocí, en 1969, atravesaba un momento difícil: acababa de ser acusado en una carta pública, y forma sangrienta y mezquina, por los intelectuales "progresistas" de haberse vendido la burguesía, de haber ingresado a las arcas de la cultura oficial. Y lo más curioso del caso es que quien escribió esa carta y con mala saña la promovió fue J. G. Cobo-Borda , el artífice y mentor de la cultura oficial. Actualmente puede decirse que esas acusaciones fueron injustas. Gonzalo Arango claudicó de muchas cosas, pero nunca recibió prebendas del gobierno, ni viajó en carros oficiales, ni sus libros fueron editados con dineros estatales, ni ingresó jamás a la burocracia. En medio de sus vacilaciones vivió y murió en su ley, que fue el amor. Porque por encima de todo amó. Y a ese amor: a la vida, a Angelita, a su libertad, a los amigos, sacrificó todo, hasta el puesto que por su inteligencia y por su grandeza de espíritu hubiera podido ocupar en la historia cultural colombiana.

Nueva Frontera, Octubre de 1976.

MARÍA MERCEDES BIOGRAFÍA



Miguel Méndez Camacho, en este bello y doloroso texto, da cuenta de la muerte de María Mercedes Carranza y con ojo certero repasa su poesía.

Miguel Méndez Camacho
El Malpensante

Junio-julio de 2004

María Mercedes se salió de la fiesta, con un portazo como siempre, y yo sigo buscándola. Fue este último viernes, hacia el amanecer. Tenía 58 años, una hija, cuatro o cinco libros de poemas, un pasado repleto de cicatrices y fantasmas, deudas y amoríos pendientes. Se lamentaba de estar sobregirada en afectos y en bancos, pero tenía dos casas: el empinado apartamento de La Macarena, que pagó por cuotas, y la solariega casa de José Presunción Silva, que se tomó a la brava y manejaba como si fuera suya.
Tenía miedo, estaba sola, se sentía triste y se había vuelto pendenciera. Había sido bella como toda mujer que se desea, pero estaba entregada a la amargura de envejecer con rabia en un país de locos insensibles que cierran los ojos y se taponan con cera los oídos, como Ulises, el amante que no escuchó su ruego: “Quiero que Ulises me haga el amor y en la cama me cuente cómo eran los vestidos de Helena y si Paris fue como lo pinta Rubens”.

María Mercedes se salía de las fiestas, pero dejaba indicios para que fueran a buscarla, o regresaba, no a presentar disculpas sino a brindar por ellas.

Cuando éramos jóvenes, ése era un ademán de su insolencia, un gesto suyo de coquetería. Recuerdo que hace siglos David Bonells se condolió conmigo al mirarla partir del bar donde bebíamos, alegando una cita, un compromiso impostergable en la 63 con cuarta. La 63 es la calle con más repeticiones en el abecedario de la nomenclatura y la cuarta era entonces una ruta siniestra. Decidimos seguirla y fuimos a buscarla en un taxi que subiera y bajara los columpios de la 63, y en algún paradero la encontramos sonriente, dichosa de sentirse la aguja en el pajar de una noche de lluvia. Todavía me duele esa alegría.

Otras veces, como dueña de casa, incómoda con alguna discusión, suspendía el servicio de copas, y de malas maneras nos echaba a la calle. Ya se estaba quedando sin amigos, en una Bogotá cada vez más inhóspita: “Ciudad a medio hacer, siempre a punto de parecerse a algo como una muchacha que comienza a menstruar, precaria, sin belleza alguna”.

Envejecida, sola, asustada y rabiosa, cómo no iba a salirse de su vida, si tenía la costumbre de irse de las fiestas sin motivo ninguno. “Nada me calma ni sosiega: ni esta palabra inútil, ni esta pasión de amor, ni el espejo donde se ve ya mi rostro muerto. Oídme bien, lo digo a gritos: tengo miedo”.

Como si fuera poco, siempre se había sentido inútil: “He aquí que llego a la vejez y nadie ni nada me ha podido decir para qué sirvo. Sume usted oficios, vocaciones, misiones y predestinaciones: la cosa no es conmigo. No es que me aburra, es que no sirvo para nada. Ensayo profesiones, que van desde cocinera, madre y poeta hasta contabilista de estrellas. De repente quisiera ser cebolla para olvidar obligaciones o árbol para cumplir con todas ellas. Sin embargo, lo más fácil es que confiese la verdad. Sirvo para oficios desuetos: Espíritu Santo, dama de compañía, Estatua de la Libertad, Arcipreste de Hita. No sirvo para nada”.

Y ya estaba perdiendo la pelea con un alcalde voraz que pretendía despojarla de la Casa Silva, para utilizarla en su campaña croactiva de los días con cebras pero sin poesía. Ese payaso triste que estaba en el entierro, como siempre: exhibiéndose, mostrándonos el culo de su filosofía.

Con los amigos nos sucede como con el entorno, que de tanto mirarlo no lo vemos, porque a veces los árboles no dejan ver el bosque. Y hablando de poetas es más triste: no nos leemos, o lo hacemos de afán, apresuradamente. Jamás les dedicamos el tiempo y la emoción que malgastamos en autores ajenos. Con María Mercedes compartimos nuestras iniciales, el inspector Maigret, el agobiante aroma del coñac y muchos recitales para leer en público media docena de poemas (casi siempre los mismos), y procedíamos a celebrarlo sin mencionar los versos. Igual que los cocheros o los cirujanos que cuando se emborrachan no hablan ni de anestesias ni trasteos. Ése era nuestro oficio, y lo asumíamos con una altanera identidad de gremio. Pero nunca me ocupé de su obra con la paciencia o la pasión que me hace presumir de especialista en Borges o Neruda; ese complejo de turismo intelectual que nos lleva a visitar los museos de Londres o de Praga, sin haber conocido Maloka o el Museo Nacional.

El sábado en la noche, al regreso de su crematorio, desbaraté mi biblioteca para buscar sus libros refundidos en mi desorden de palabrerías. Y me senté a leerla lentamente, adolorido y apesadumbrado. La leo y la releo para confirmar esa verdad de a puño de su poesía, valiente y arrogante, inconforme e irónica, lúdica y mordaz, cínica y desesperanzada.

Como era la hija de un poeta de contagiosa lírica, escribió desafiante sin Teresas ni arroyuelos azules, sin jilgueros ni ríos. Su obsesión era lo cotidiano: las cuentas del mercado, el maquillaje, el pescado frito en la cocina, los inconstantes amoríos, el esmalte de uñas, el cepillo de dientes, los amantes ausentes, la cortesía y Santas Pascuas. No acariciaba las palabras como lo hacía su padre, les faltaba al respeto, se burlaba, les daba cachetadas. “Si es cierto que alguien dijo hágase la palabra y usted se hizo mentirosa, puta, terca, es hora de que se quite el maquillaje y empiece a nombrar, no lo que es de Dios ni lo que es del César, sino lo que es nuestro cada día. Hágase mortal a cada paso, deje las rimas y solfeos, gorgoritos y gorjeos, melindres, embadurnes y barnices y oiga atenta esta canción: los pollitos dicen píopíopío cuando tienen hambre, cuando tienen frío”.

Leyéndola, María Mercedes pareciera contenta, traviesa y juguetona. Pero viviéndola, mirándola despacio, su poesía tiene un sonsonete de responso; no la recorre una bandada de palomas: la atraviesa el batallón mortuorio de las moscas, que dibujan el mapa de Colombia en la portada de su último libro de enlutecido treno: El canto de las moscas.

Era antigua esa tristeza suya que escondía por el asesinato de Luis Carlos Galán y la tragedia de su íntima Genoveva Samper. Por el suicidio que Aseneth Velásquez le había prometido compartir y le negó, por el secuestro de su hermano Ramiro, por sus reiteradas depresiones y por su insoportable mal de amores. Por eso se atreve a aconsejarle a la señora Arnolfini: “dedíquese a coleccionar llaveritos y hágase la cirugía plástica; después tome barbitúricos. Haga algo señora para no verla morir entre memorias tristes”.
En “Una rosa para Dylan Thomas”, un texto de trágica belleza, desde el epígrafe se asume solidaria con la muerte. El poeta británico decía: “Murió tan extraña y trágicamente como había vivido, preso de un caos de palabras y pasiones sin freno... no consiguió ser grande, pero fracasó genialmente”.
Y María Mercedes le hace coro repitiendo que no quiere salvarse, porque decide que todo está perdido. “Ni el poder ni el dinero ni la gloria merecen un instante de la inocencia que lo consume; no cortará la cuerda que lleva atada al cuello. Le bastó la dosis exacta de alcohol para morir como mueren los grandes: por un sueño que sólo ellos se atreven a soñar”.

La muerte y el amor nos viven acechando, pero golpean distinto. Si el orgasmo es la única agonía memorable, porque es repetible, el erotismo es el aprendizaje de la muerte. María Mercedes lo sabía y en el proyecto de escribirlo andaba entretenida como si fuera su escalera de incendios, para entrar y salir a escondidas de ese asunto que ya tenía maduro: tomarse de un envión su dosis mensual de Prozac, la supuesta pastilla de la felicidad, y un botellón de whisky. Ella se fue sonriendo, me imagino, me conviene creerlo; pero a quienes la queríamos nos amargó la vida y nos dejó tristiando. “No más amaneceres ni costumbres, no más luz, no más oficios, no más instantes. Sólo tierra, tierra en los ojos, entre la boca y los oídos; tierra sobre los pechos aplastados; tierra entre el vientre seco; tierra apretada a la espalda; a lo largo de las piernas entreabiertas, tierra; tierra entre las manos ahí dejadas. Tierra y olvido”.

Esta oración la leímos escrita sobre uno de los muros de la Casa Silva, donde lucen los rostros de sus poetas muertos. Alguien nos dijo que era su última protesta premonitoria. Suena patético y poético pero no es cierto. Es un texto de quince años atrás, equivocado de intenciones. Nunca llegó a la tierra que se quedó esperándola, se consumió en el fuego.

De esa silenciosa despedida me seguirá doliendo ese rito sin curas, oraciones, letanías ni novenario, porque había apostatado de su religión. Para extrañarla nos será suficiente sentir pasar el viento.

Bogotá, 14 de julio de 2003

http://www.elmalpensante.com/index.php?doc=display_contenido&id=1108

COLOMBIA: Un no-país


Editorial escrito por María Mercedes Carranza para la revista "Casa Silva" No. 15, publicada en 2002
"Miré los muros de la Patria mía (...)
Y no hallé cosa en qué poner los ojos 
Que no fuese recuerdo de la muerte". 
Quevedo

A mi hermano Ramiro, secuestrado como otros miles de colombianos hoy por la "guerrilla" de las Farc : en el lugar donde se encuentre de la hermosa y terrible geografía colombiana.

Quisiera, al sentarme para escribir estas líneas sobre la intensa actividad de la Casa de Poesía Silva durante 2001, hablar una vez más del gran poder de la palabra contra el caos y el horror; de la necesidad de reemplazar las balas por las palabras; de la poesía como intermediaria entre la impotencia y la realidad, entre el miedo y la realidad, entre el fatalismo y la realidad; de la poesía -en fin- como arma para afirmar e imponer la presencia de la vida y del amor: contra la muerte, la vida.

Pero es posible que ante nuestra realidad esas no sean más que palabras vanas, mistificadoras de un día a día cada vez más degradado y degradante, de una cotidianidad que cae en el abismo del terror y la injusticia a una velocidad tan excepcional que nos ha convertido a los colombianos de hoy en testigos de una sucesión de costumbres, acontecimientos y aberraciones que han producido cambios radicales en todos los dominios espirituales y sociales del país, como creo que en otros lugares del planeta tales cambios solo han podido verse -si es que se han visto- a lo largo de un tiempo muy extenso y de las vivencias de varias generaciones.

Porque si bien es cierto que Colombia, desde el mismísimo día de su nacimiento, ha sufrido la violencia con sus más tenebrosas manifestaciones; si bien es cierto que siempre hemos tenido una clase dirigente por lo general incapaz, irresponsable, estulta, siempre al servicio de sus mezquinos intereses y con frecuencia corrompida; si bien es cierto que la justicia y la distribución de la riqueza han sido históricamente aberrantes a favor de los más poderosos, es clarísimo también que solo dos décadas han bastado para que las dimensiones de nuestra tragedia colectiva, provocada por los anteriores y varios otros factores internos y externos de no menor importancia (como la masiva e impune afición de gringos y europeos a la coca y a la heroína y la indiferencia de sus países frente a la guerra que ellos alimentan), se haya ahondado hasta un punto de no retorno en cuanto a la viabilidad del país como cuerpo social con un destino común.

O más claro: ya hoy solo es posible hablar de Colombia como un no-país, porque ha ocurrido una pérdida total de la ética social yde los principios de justicia y de solidaridad que presiden toda vida en comunidad, así como se han destruido los referentes culturales comunes que dan unidad y coherencia a una sociedad.

El nuestro es un territorio geográfico que carece de la presencia de un Estado y que se encuentra escindido en feudos que se disputan la delincuencia común y los distintos grupos armados ilegales: "guerrillas", paramilitarismo, carteles de la droga y ninguno con un norte ideológico o con propósitos diferentes a lucrarse por medio del crimen y el narcotráfico.

No está lejos el día en que se hablará de Colombia del Norte y Colombia del Sur; arriba del mapa, los paramilitares y sus diversas y atroces formas de delincuencia; abajo, la "guerrilla" también con sus diversas y atroces formas de delincuencia y el narcotráfico como motor común y dueño y señor de ambos países. Y los dos, el de la "guerrilla" y el del paramilitarismo, dentro de una dinámica de extrema derecha de talante fascista, con su totalitarismo inhumano y criminal y, en nuestro caso, de características delictivas hasta la médula.

¿Cómo se traduce lo anterior en los términos de la catástrofe que vivimos? Algunas cifras bastan: el incremento en la concentración de la riqueza, gracias a las políticas neoliberales de los noventa, tiene como resultado que hoy 29 millones de colombianos (el 68% de la población) se encuentren en pobreza y de ellos el 20% en miseria extrema (pero tenemos el lujo de contar con dos magnates entre la lista de los más ricos del mundo, según la revista "Forbes"); se reportan 3,5 millones personas desempleadas (16.5%) y 6,6 millones de subempleados; hay casi dos millones de desplazados, fenómeno que afecta a 816 de los 1.097 municipios del país; cerca de 1 millón y medio de personas en los últimos tres años han huido fuera del país o se han exiliado; permanecen secuestrados alrededor de 2 mil 500 personas, la mayoría por la "guerrilla" de las Farc y la delincuencia común. ¿Podemos hablar de paz y de democracia?

¿Podemos hablar de poesía? Lo cierto es que durante el 2001, cerca de medio millón de personas, en su mayoría de los estratos bajos, se beneficiaron de los servicios de la Casa Silva, buscaron la poesía en talleres, congresos, conferencias, recitales, concursos, visitas guiadas, eventos infantiles, publicaciones y exposiciones, promovidas y organizadas por nosotros. Y muchos miles de colombianos en todo el país recordaron el Paraíso Perdido (la existencia de la justicia, de la paz, del amor, de la alegría) en un libro, una obra de teatro, una pintura o en una música. Eso talvez ayuda para algo... talvez.

MARIA MERCEDES CARRANZA

La despedida de María Mercedes Carranza


Por Daniel Samper Pizano
Viernes 11 de julio de 2003


El jueves pasado, después de haber hablado con algunos de sus amigos más cercanos sin revelarles su decisión, María Mercedes Carranza terminó su jornada de trabajo en la Casa Silva, se marchó a su viejo apartamento en los cerros de Bogotá y se quito la vida.

No fue una determinación caprichosa ni por azar. En los últimos años se le habían acumulado muchos pesares -desde el asesinato de Luis Carlos Galán hasta la muerte de dos de sus más queridas amigas- y a esta suma de penas se le agregó hace ya meses el secuestro, por cuenta de las Farc, de su hermano Ramiro, un hombre sin enemigos y sin patrimonio.

Aunque solía exhibir un temperamento alegre y risueño, de vez en cuando a María Mercedes se le oscurecía la mirada y comentaba entre suspiros: "¡Ay, este país nos está matando!".

Antes de que lo hiciera el país, ella prefirió asumirlo por su propia mano. Ejerció así una de las pocas libertades que nos van quedando a los colombianos, que es la de escoger morir antes de que tomen la decisión por uno.

De sus temores y angustias de poeta dan testimonio los títulos de algunos de sus primeros libros: Tengo miedo, Hola, soledad, Maneras del desamor. Pero el último, El canto de las moscas no es ya un recorrido interior sobre los apremios del amor y la existencia, sino un canto funeral a Colombia. Un canto estremecedor y desolado, cuya música emerge de los nombres de las aldeas remotas donde la violencia ha dejado su huella. Quiso contarnos que en esas masacres, emboscadas y ejecuciones ya no había dignidad ni ideales: solo sinrazón y muerte, muerte, muerte.

Al decidir la suya hace unas horas, pudo, al menos, revestirla de respetabilidad y de propósito. María Mercedes no ha muerto por accidente, ni porque "así es la vida". Murió porque ya no resistía tanto atropello, tanta injusticia, tanta locura.

Hace ciento siete años, en el despacho contiguo al que ella ocupó en la calle catorce con carrera tercera, el dueño de casa de pegó un tiro fatal. Previamente, el médico de la familia le había dibujado en el pecho el sitio exacto donde late el corazón. José Asunción Silva murió agobiado por la vida. María Mercedes ha terminado por imitarlo agobiada por la muerte.

En la mesa de noche, donde reposaban los frascos vacíos de píldoras antidepresivas, su única hija Melibea, encontró la carta de despedida. Le hablaba del amor y de la juventud. No lejos de allí, prologado por ella misma, estaba un libro de su padre, el poeta Eduardo Carranza. Que una vez escribió: "Todo cae, se esfuma, se despide, y yo mismo me estoy diciendo adiós".

Extraído de http://www.casadepoesiasilva.com