jueves, 11 de febrero de 2010

Articulo "Sueño en la Luna" por Ana Cristina Restrepo


LOS NIÑOS DE ÍTACA

Publicado el 22 de Abril 2009

"Príamo, ¿vamos a Ítaca a comernos un heladito?", le pregunta Ulises a su amigo. Comienza el juego y, en el mar de la imaginación, le promete a Penélope que emprenderá un largo periplo para traerle "la lonchera más rica".

El escenario se llena de pelotas en el contraataque troyano, Ulises aborda la pavorosa balsa de Caronte en compañía de cuatro valientes niños del público, los mismos que, cuando entraron al teatro, fueron recibidos por una hermosa Reina de Corazones y pinta-caritas para todos?

"Verdad en la escena es todo aquello en lo que podemos creer con sinceridad", es el postulado básico (sospecho yo, lectora desprevenida) de Konstantin Stanislavski en su obra Un actor se prepara. Basada en esas palabras me atrevo a afirmar: doce niños de Medellín viajaron a Ítaca el pasado domingo, función de las 11 a.m., en la celebración de los 30 años del Teatro Popular de Medellín, en el Pablo Tobón Uribe.

Mientras Poseidón saludaba a los asistentes de trincho en mano, y Zeus rapeaba desde las nubes, me torturaba una duda: ¿Por qué hay sólo 28 butacas ocupadas?

Un día antes, sábado, en la Oficina Central de los Sueños, asistí al estreno de "Sueño en la luna", un montaje limpio y alegre (¡chistosísimo!), con música, sombras chinescas y títeres que se convertían en humanos, y que culminó en piñata y helado para los asistentes? ¡sí, el teatro es una fiesta!

Les estoy hablando de piezas escénicas lindas y bien logradas, cuyo producto pasó el examen del más implacable juez: no hubo niños durmiendo ni llorando ni yendo al baño ni preguntando "¿Cuánto falta, mamá?"?

El "mes de la infancia" es la excusa para pensar: ¿Qué se puede esperar de un niño cuando su máxima experiencia estética se resume en la vitrina de un almacén o en una caricatura de TV Cable?

El que se llena la boca hablando de sus "vivencias artísticas" en Londres, París y Nueva York, sin saber cómo es el arte en su ciudad es un esnob (O ¿qué tal los que dicen que "aquí nunca presentan nada bueno"?). Sólo aprecia a plenitud una obra en Broadway o en The Barbican el que no se deja engañar por el truco, por la papeleta comercial, el que reconoce el valor de lo lejano a fuerza de vivir lo propio.

Tuve la tentación -con cabeza caliente- de escribir que no nos merecemos estos artistas en la ciudad? pero retrocedí: nuestros niños sí los merecen.

Y planteo esto como un reto: atrévanse a conocer el Centro de la ciudad (vibrante, evocador, histórico, bonito? sí, el único paradigma de belleza urbana no puede ser el mall gringo); atrévanse a decirles a los niños: el mundo no es una caja cuadrada llena de muñequitos histéricos, allá afuera están las librerías, bibliotecas, parques, museos, conciertos, teatros?

Por estos lugares pasan numerosas rutas de buses, hay taxis a granel y parqueaderos vigilados. El precio de las boletas se acomoda a todos los presupuestos.

Que Ítaca sea el reino: no el centro comercial. Que Atenea sea la diosa: no la tarjeta Gold. Que Odiseo sea el héroe: no los Power Rangers. Que el arte vivo cautive a los niños: no esta cultura consumista que se rinde al placer inmediato -con línea directa al bolsillo- y desahucia el espíritu.