sábado, 23 de enero de 2010

POEMA PARA TRES MUJERES


"Es la Luna quien draga el mar de sangre negra un mes tras otro, con sus voces de fracaso. Me siento desamparada como el mas que se deshila Inquieta. Inquieta e Inùtil. Tambièn yo engendro cadàveres."


Tres Mujeres no es, en sentido estricto, una pieza teatral. Cuando Silvia Plath, marzo de 1962, casi un año antes de su desalentador suicidio, concluyo este "Poema Para Tres Voces" era frecuente entre los autores de distintos generos escribir ciertos textos destinados a la Radio, un medio que por aquel entonces, rechazando el avance corrosivo de la T.V., continuaba siendo mayoritario.

Existia precedentes. La BBC de londres, donde fue estrenada, habia retransmitido algunas de las Obras que, de uno u otro modo, pudieron haberle impulsado a semejante experimento formal, inusitado en su carrera: "All that fall", "Embers", o "Words and Music", de Samuel Beckett: "The Wound" de Ted Hughes, su marido; y sobre todo "Dylan Thomas, poeta con quien le unia una feroz afinidad y a quien pudo escucharsela, en viva voz, en 1953.

Aparentemente, el argumento no puede ser mas sencillo: Tres Mujeres de Diversas edades, profesiones y actitudes vitales (escisiones semiautobiograficas de su creadora) expresan la transformacion que en ellas opera la maternidad y los sentimientos enfrentados que tal hecho les produce. Al hilo de los acontecimientos - ingreso, parto, posparto, salida del Hospital-, entrevemos que la primera mujer lo acepta dichosa, la segunda angustiada, sufre su aborto y la tercera aun sintiendose culpable, decide abandonar a su hija. ¿en donde radicaria, entonces, la importancia de esta pieza, tan nimia en recursos dramaturgicos, tan carente de espectacularidad?

Yo diria que en su propia desnudez. Pues, si por algo se considera a Silvia Plath como una de las liricas mas intensas de este siglo ya agonizante, es por habel sabido dotar de una armazon poetico dificilmente igualable a temas que antaño parecian andinos o exentos de cualquier valor literario, maxime, claro esta, todo cuanto era relativo a la verdadera esencia de la mujer, no a la imagen sublimada que de ella poseia el hombre.

por Juan Abeleira.