Ana Cristina Restrepo Jiménez
La caja trágica
Medellín | Publicado el 24 de marzo de 2010
Tríptico:
Cuadro 1. Enredada en un cordón eterno, en las afueras del parque Simón Bolívar, espero más de seis horas para ver a mi banda de rock favorita. Cansancio y sed. A las 8 p.m., sale el vocalista, Chris Martin, y, de inmediato, desaparecen treinta mil personas alrededor. Canta sólo para mí. La música: alternativa celestial.
Cuadro 2. Me encuentro en una esquina con mi amigo Camilo, un niño grande que todavía le debe libros a la biblioteca de su colegio (con sello de préstamo de 1980 y pico), y que hoy es jefe de redacción de una revista. Caminamos por un parque, paramos en una pequeña librería. Y nos sobrecoge el silencio: libros apilados por doquier. Conversar y leer: dulces alternativas.
Cuadro 3. Llego a la Oficina Central de Los Sueños, compañía de teatro de cámara. Presentan la obra Tríptico: jugamos a subastar un cuadro de Van Gogh y, luego, 'nos meten' a los espectadores en pinturas del maestro holandés. Teatro: ¡alegre y poética alternativa!
¿Por qué no veo televisión desde hace cuatro años? Porque me aburre. Lo descubrí una noche, cuando esa caja con tres ojos (power/volume/channel), abrió sus fauces y gritó: '¡te voy a comer!'
Y yo no podía permitir eso. Entonces, apagué.
¿Por qué no comulgo con la censura a Rosario Tijeras (que jamás he visto ni le dedicaré un segundo)? Porque los seres humanos somos lo que buscamos ser pero, también, lo que elegimos no ser.
El acto de elegir, en condiciones de libertad, descarta la imposición. RCNy Caracol no me van a imponer su discurso incoherente y sensiblero ni su estética ramplona.
La función de "informar, entretener y educar" de la caja trágica, quedó en la teoría empolvada de las facultades de comunicación: basta ver cómo Telmex le pegó la lápida al canal Film & Arts (el único oasis).
La vida se trata de barajar alternativas y no de anularlas a fuerza de autoridad.
Dos pilares de la sociedad, familia y Estado, tienen la obligación de ofrecer opciones. Un televisor no es niñera ni padre. Tampoco reemplaza a escenarios y aulas.
En momentos tan polémicos, se evidencia que un país no se construye sólo a punto de infraestructura y seguridad. Un Estado socialmente responsable debe entregar posibilidades culturales al público: conciertos, teatro, artes plásticas, bibliotecas, parques (y no retazos de manga), escenarios deportivos, educación gratuita.
La solución no está en la censura, en las tijeras. Los medios no son demonio ni Mesías: el control remoto debe apuntar de la mano al televisor y no al contrario. La caja trágica no puede asumir el mando.
Quien conozca la libertad, el respeto al Otro y el valor de la vida misma, sabrá tomar la decisión? solito.
Es cuestión de formación. Y esa labor no se le puede delegar a un aparato.
*En este escrito me refiero a mayores de edad, con capacidad de discernimiento. Los niños necesitan guía: no hacen parte de esta reflexión.
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